jueves, 5 de junio de 2008

El límite de la vida humana...

Las intervenciones para alargar la vida humana, que pueden llegar a un máximo de 122 años, no sirven, según el investigador Lloyd Demetrius, uno de los expertos reunidos en Barcelona para abordar esta cuestión.

En plena época de idolatría a los tratamientos antienvejecimiento y a la juventud, los expertos discrepan sobre las posibilidades de alargar la vida humana.

Hace unos cincuenta años se enunció una teoría según la cual el nivel de producción de especies de oxígeno reactivo (ROS) es el primer determinante de la edad de las especies. Estas moléculas son metabolitos que dañan el ADN, los lípidos y las proteínas de las células, ha explicado Lloyd Demetrius, de la Universidad de Harvard, en el simposio sobre Envejecimiento y longevidad organizado por la Obra Social de la Fundación La Caixa, en Barcelona.

Debido al nivel de ROS, seres vivos como los pájaros, con una menor producción de este gas, viven cinco veces más que los mamíferos con la misma masa corporal y con mayor producción de ROS. La aparición de esta teoría científica condujo a muchas personas a tomar antioxidantes para disminuir la producción de ROS, pero no funcionó, ha informado Demetrius. Según propuso este investigador hace cinco años, lo que en realidad determina la longevidad de las especies no es el nivel de ROS sino la estabilidad de su concentración. Los humanos, que tienen una estabilidad metabólica alta, pueden vivir hasta los 122 años. En cambio, los ratones, que la tienen baja, sólo viven cuatro.

Así, la teoría de la restricción calórica para alargar la vida apenas tiene efectos en las personas saludables, ha afirmado. Según sus datos, puede elevar la esperanza de vida media un 30 por ciento y la de vida máxima, un 20 por ciento. Ello se debe a que el ser humano ha evolucionado hasta alcanzar una esperanza de vida de 122 años, a la que se puede aspirar mejorando los estilos de vida pero apenas alargar, a menos que se reorganice todo el genoma.

No obstante, John Speakman, de la Universidad de Aberdeen, en el Reino Unido, investiga con cuatro agentes candidatos para retardar el envejecimiento. De ellos, el más prometedor es la tiroxina, sustancia que aumenta el desacoplamiento de las mitocondrias y reduce la producción de radicales libres, relacionados con el envejecimiento.

Se ha probado en Drosophila, donde eleva la esperanza de vida en torno al 10 ó 15 por ciento (el equivalente a 8 ó 12 años en humanos). La idea es probarla ahora en ratones y, de prosperar, en humanos.